martes, 5 de mayo de 2009

Contrastes


Este mes de abril he tenido la suerte, porque viajar siempre es un privilegio, de estar en dos lugares que podríamos considerar diametralmente opuestos. Uno es Nueva York, la supuesta capital del mundo, ciudad de referencia en arte, moda, infraestructuras, nuevas tecnologías, avances médicos, cosmopolitanismo, modernidad y un largo etcétera que englobaría casi todos los campos. Sin embargo el mismo asfalto también es presa de un caos absorvente, del consumismo extremo, de una contaminación sonora y lumínica exagerada, y de unas diferencias sociales abismales. Allí, unos 8 millones de personas viven pendientes del reloj y la maximización de los beneficios económicos, envueltos en una vorágine de crecimiento y poder que les consume poco a poco y que no les deja margen para gozar de todo lo que tienen...siempre quieren más.
El segundo es Khamlia, un pequeño pueblo al sur-este de Marruecos (cerca de Argelia), a 7 km de Merzouga y a la sombra de la gran duna de Erg Chebbi, en el que sus habitantes transitan entre la mezquita, una única tienda y sus cerca de 40 casas hechas de adobe. Allí el día a día transcurre con pura calma, a otro ritmo, entre el cantar de los gallos, el rebuznar de los burros y el balar de las cabras. En Khamlia el único reloj es el sol y lo que brota de la tierra es humildad, trabajo, generosidad y respeto. En este pueblo se cultivan con empeño las relaciones humanas, los valores, y las sonrisas.

Manhattan. Fotografía de Miquel Sureda

Khamlia


Heterogeneidad


Homogeneidad


Verticalidad. Fotografía de Miquel Sureda



Horizontalidad

Bullicio. Fotografía de Miquel Sureda


Calma


Luminosidad. Fotografía de Miquel Sureda


Oscuridad


Complejidad (puente de Brooklin). Fotografía de Miquel Sureda


Sencillez


Genialidad (Flatiron building)


Austeridad (escuela mixta)


Multinacional. Fotografía de Miquel Sureda


Tienda única




En Khamlia han convivido durante años, habitantes bereberes, árabes y tribus de origen sub-sahariano. Actualmente la mayoría de la población es de raza negra, de la tribu de Los Bambaras, también denominados Gnawas, (nombre que reciben los descendientes de los esclavos que provenían del áfrica negra). En el pasado los aldeanos se ganaban la vida trabajando en los campos y oasis para agricultores ricos y como pastores de camellos y cabras. Ahora empiezan a ser conocidos por la música Gnawa, que llegó de la mano de los esclavos que huyeron de Senegal, Sudán y Malí. Para los Gnawas la música tiene una gran importancia socio-psicológica y juega una papel muy importante tanto en la vida diaria como en los festivales. A veces la usan para ayudar a curar enfermedades, e incluso para entrar en trance y tomar contacto "con el otro mundo"!


RDS

5 comentarios:

Gabiprog dijo...

No podía llamarse de otra manera esta estupenda entrada!

Anónimo dijo...

Qué bonita la entrada! Da que pensar....me gustaría que hicieras alguna entrada sobre el tema de la música en Khamlia. Justo me estoy leyendo un libro "Las voces del desierto" , un ensayo autobiográfico de una Norteamericana que acabo conviviendo con aborígenes australianos, ellos prácticamente no hablan, se comunican telepáticamente, la voz la dejan para cantar que es el acceso directo al alma...
Muy interesante tu entrada....al final me voy a enganchar a tu blog!
muak muak
elisabet

La sonrisa de Hiperion dijo...

Cuan diferentes pueden llegar a ser los mundos... Cuanta diferencia entre nadar en la abundancia, y nadar entre arena...

Saludos

Anna Bahena dijo...

definitavente!...
yo quiero escuchar la musica. Creo que desde alli tb se derivan los contrastes.

Genial!

Un abrazo.

Anna.

Gabiprog dijo...

Hay sombras y penumbras que rezuman humanidad y el alboroto de miles de vida, un torrente de vida en el transcurrir de cada jornada, a kilómetros de allí la arena dibuja horizontes cambiantes, una paradoja también, aunque al final podría ser un susurro sobre los caminos de cada cual.